Uno de sus rituales de belleza es el Otefuki, se calienta una toalla con vapores calientes y echan unas gotas de aceites aromáticos como el romero, lavanda o sándalo. El calor abre los poros preparando así la piel para los tratamientos posteriores y facilitando la absorción.
Para tener una piel así de maravillosa e impoluta usan un alto protector solar a diario, temen que su cutis se vea afectado por las temidas manchas, tanto que algunas se protegen con una sombrillita. Una crema solar que me gusta a mí es Ecran Protecteur Jour de Clarins, su textura es fina, nada pastosa y no te deja la cara blanca. Es perfecta porque te puedes maquillar después, además resulta genial para pasear por la ciudad.